Las dos versiones
previas de este Festival que he seguido de cerca, la IX y la X, me han
decepcionado. En los dos casos, se ha tratado de muestras poco significativas, en
las que he tenido que tolerar demasiadas películas mediocres o de calidad
mínima antes de encontrar una
interesante o valiosa (y quisiera
enfatizarlo: he debido perder el tiempo hasta con 25 o 30 películas para ver 3
o 4 buenas películas o películas atendibles).
No sé si otra
cosa podría esperarse de un festival de cine que necesita protegerse o
legitimarse con el discurso de los derechos humanos en lugar de apostar por el cine, a secas. Desde su nombre y los eslóganes elegidos para cada muestra (‘Mujer,
madre, naturaleza’, ‘El actor colectivo constructor de felicidad’), se anuncia que este festival
subordina su selección / programación a los discursos oficiales de la
cooperación internacional y el estado. Aquí, las películas no importan o no
importan tanto como el que puedan encuadrarse dentro de la corrección política. La forma se subordina al fondo, por ponerlo de una manera tosca, y las películas en este festival, como puede verse en el catálogo, representan temas: género, migración, explotación laboral, cultura, etc.
Pero incluso un
programa oenegero y paraestatal podría resolverse con algún grado
de solvencia: no es el caso del Festival de Sucre, el descuido con respecto al
cine se nota por todas partes. Aquí algunos ejemplos:
Bajo la ambigua etiqueta de los derechos humanos, el
festival amontona demasiadas películas
sin ningún criterio curaturial elaborado y sin exigencia estética. En las dos
versiones anteriores, en el festival podía verse, junto a las pocas películas
que merecían agruparse bajo la categoría de cine, documentales por encargo, documentales
televisivos, reportajes, ejercicios de estudiantes de carreras de comunicación
social, junto a películas industriales argentinas o mexicanas que imitaban el
cine gringo del mainstream.
El catálogo de
este año, como el de los dos años anteriores, es un desperdicio de dinero y de
papel. Privilegia los discursos de políticos de toda laya, reúne lamidas de
culo al festival, por parte de personalidades que no lo conocen y que no han
padecido su programación, y agrupa textos muy disímiles entre sí, desde un
ensayo hiperteórico que recurre a Deleuze para legitimar el festival, hasta un
ensayo escolar de dos australianos, que se animan a dar recomendaciones sobre políticas
de turismo al Gobierno Municipal de Sucre. La sección dedicada a presentar las películas,
que, uno imaginaría, es lo importante, es deficiente y poco útil: apenas señala
los datos básicos de las películas a proyectarse (título, año de producción,
países productores, director, duración), pero no dice nada de la trayectoria de
las películas y de los directores (por qué festivales han pasado, por ejemplo),
y las imágenes elegidas para dar una idea visual de las películas se imprimen
con muy mala calidad.
Varias de las
películas que el Festival ha premiado en versiones pasadas son aborrecibles, y
tienen un valor cinematográfico muy difícilmente argumentable. Estoy pensando
sobre todo en el premio a largometraje boliviano del año pasado, concedido a Radical Friends, de Chijiro Geuzebroek, un
ejercicio de narcicismo y exotismo europeo que no habría servido ni como
trabajo de titulación de un estudiante despistado. Tal vez puede atribuirse eso
al hecho de que la mitad del jurado (como en la XI) estaba conformado por
abogados, periodistas y burócratas, o al hecho de que el festival otorga
demasiados premios (9 en total: largometraje, mediometraje y cortometraje para
la sección boliviana, latinoamericana e internacional; a veces hay dos
películas en competencia por un premio, incluso una sola), en todo caso,
cualquier festival que se respete cuidaría un poco más la conformación de sus
jurados y su palmarés.
Además, como en toda
organización que se justifica a partir de una causa moral, hay una cara oscura
de este festival. El centro Pukañawi, que organiza el festival, lejos de ser un
centro cultural que trabaje con los realizadores locales, es un feudo familiar de los organizadores. Pukañawi
no apoya – ni siquiera nominalmente – a los proyectos
cinematográficos locales, su biblioteca y su videoteca, compuesta de
donaciones, son tratadas como un bien familiar, que no está disponible al
público. Se sabe que Humberto Mancilla, el ‘dueño’ de Pukañawi, no ha dudado,
cuando se le presentó la oportunidad, en plagiar el cortometraje de una de las
alumnas del Taller de Cine documental, hacerlo participar de un concurso del
que el mismo era jurado, usando a su yerno como prestanombre, premiarlo, y
recibir el dinero (bueno, no sabemos si lo recibió íntegramente o se lo partió
con su hija y su yerno) [*].
Pero bueno, a pesar de su baja calidad y de su director mafioso, como este
es el único festival de Sucre, y junto a otros pocos espacios y muestras, como
el Mayo de cine boliviano y el Cineclub del ICBA, son los únicos lugares donde
pueden ver cine no comercial en la ciudad, vale la pena revisar su (horroroso) catálogo y hacerse
espacio para ver algunas de las películas. Este año hay por lo menos una que es
una apuesta segura The look of silence,
de Joshua Oppenheimer.
Acá están mis
apuestas / recomendaciones. Tal vez añada otras películas luego:
Tempestad en los andes (2014, 101'), de Mikael Wifström, lunes 17 de agosto, 19:00, Cine SAS.
Grafstract: El renacimiento del arte callejero en el Bronx (2014, 18'), de Dan Pérez, martes 18 de agosto, 10:30, Teatro 3 de febrero.
El señor de los andes (2014, 59'), de César Galindo, martes 18 de agosto, 19:00, Teatro 3 de febrero.
La mirada del silencio (2014, 103'), de J. Oppenheimer, Miércoles 19 de agosto, 16:00, MUSEF
Muestra: Siete X Guatemala (2015, 70'), de varios, Jueves 20 de agosto, 10:30, MUSEF - En especial, Contrafactum del Ocurso (8'), de Rodrigo Rey Rosa y Guillermo Escalón
Señores generales, señores coroneles (1976, 75'), de Alfonso Gumucio Dagron, jueves 20 de agosto, 16:00, Teatro 3 de febrero.
Muerte en Arizona (2014, 76'), de Tin Dirdamal, jueves 20 de agosto, 19:00,
* Warmipura, según consigna el Correo del Sur, fue proyectado por primera vez el 21 de agosto, y su directora, productora y fotógrafa es Melissa Sánchez Hincapié, de nacionalidad colombiana, alumna del Taller de Cine Documental de Pukañawi. Alejandro Flores , secretario de Pukañawi y yerno de Mansilla, presentó un mes después este cortometraje bajo su nombre, al concurso Azurduy de Padilla, sin una declaración de autoría firmada. Mansilla, como jurado del concurso, participó en las discusiones que resultaron en la premiación de Warmipura (15000 Bs.), aunque después se rehúso a firmar el acta del jurado. Finalmente, con un cinismo admirable, como Consejero Departamental de Culturas, entregó en persona el premio a su yerno. La directora no recibió nada de este dinero (tampoco podría haber participado del concurso, porque estaba dirigido a ciudadanos bolivianos). Los alumnos del Taller de cine, incluída la directora, supieron del plagio y de la irregularidad, pero eligieron no decir nada, por miedo a represalias.
Tempestad en los andes (2014, 101'), de Mikael Wifström, lunes 17 de agosto, 19:00, Cine SAS.
Grafstract: El renacimiento del arte callejero en el Bronx (2014, 18'), de Dan Pérez, martes 18 de agosto, 10:30, Teatro 3 de febrero.
El señor de los andes (2014, 59'), de César Galindo, martes 18 de agosto, 19:00, Teatro 3 de febrero.
La mirada del silencio (2014, 103'), de J. Oppenheimer, Miércoles 19 de agosto, 16:00, MUSEF
Muestra: Siete X Guatemala (2015, 70'), de varios, Jueves 20 de agosto, 10:30, MUSEF - En especial, Contrafactum del Ocurso (8'), de Rodrigo Rey Rosa y Guillermo Escalón
Señores generales, señores coroneles (1976, 75'), de Alfonso Gumucio Dagron, jueves 20 de agosto, 16:00, Teatro 3 de febrero.
Muerte en Arizona (2014, 76'), de Tin Dirdamal, jueves 20 de agosto, 19:00,
* Warmipura, según consigna el Correo del Sur, fue proyectado por primera vez el 21 de agosto, y su directora, productora y fotógrafa es Melissa Sánchez Hincapié, de nacionalidad colombiana, alumna del Taller de Cine Documental de Pukañawi. Alejandro Flores , secretario de Pukañawi y yerno de Mansilla, presentó un mes después este cortometraje bajo su nombre, al concurso Azurduy de Padilla, sin una declaración de autoría firmada. Mansilla, como jurado del concurso, participó en las discusiones que resultaron en la premiación de Warmipura (15000 Bs.), aunque después se rehúso a firmar el acta del jurado. Finalmente, con un cinismo admirable, como Consejero Departamental de Culturas, entregó en persona el premio a su yerno. La directora no recibió nada de este dinero (tampoco podría haber participado del concurso, porque estaba dirigido a ciudadanos bolivianos). Los alumnos del Taller de cine, incluída la directora, supieron del plagio y de la irregularidad, pero eligieron no decir nada, por miedo a represalias.