Las preguntas de Souza son, como el
mismo admite, preguntas retóricas, que ayudan pero nos desvían de lo más
importante. Tal vez lo mejor sea una respuesta a
la Benjamin: la crítica es una estratega en el combate cinematográfico.
Es decir, la crítica es una intervención en la escena cultural, la defensa y
propuesta de una o varias ideas de cine contra otras ideas posibles. Y además,
la crítica es un ejercicio de contemporaneidad, o sea, desmontaje y remontaje
del presente.
Esto implica que la crítica tendría
que comenzar por narrar las transformaciones del espacio en el que participa,
algo que los críticos de cine bolivianos hace de manera muy deficiente,
incluido Souza, que es uno de los más inteligentes.
El campo del cine se ha transformado
enormemente a partir de los noventa, Souza parece reconocerlo, pero sigue
reseñando sobre todo lo que se proyecta en las multisalas y cuando va a
su living es para ver básicamente cine de ficción de Festival mastodóntico o series de
televisión. No reseñó ni una de las películas estrenadas en el Festival
Radical, por ejemplo, pero tampoco escribe sobre el cine exquisito que puede
verse en mubi o en youtube o en vimeo.
Por eso, creo, es que el ánimo de sus reseñas está apuntando casi siempre hacia el pasado (como admite implícitamente aquí). De acuerdo, no hay nada mejor que revisitar las películas que resisten el paso del tiempo, pero si un crítico
Es igual de incomprensible que los límites de lo pensable, el cómo y el qué se puede decir sobre cine en Bolivia, sigan siendo los mismos que fijaron críticos empíricos y llenos de limitaciones, hace cincuenta o más años. Remarcamos eso de "empíricos" ante el tic que se manifestó en torno a la finalidad de una carrera de cine.
Eso último no importaría tanto, al final de cuentas. El tema está en que, aquellos años de nuevos cines y cines posibles, con sus restricciones materiales (la fisicalidad del celuloide, para empezar) y del discurso (dictadura), entablaban una relación de (re)significación bidireccional con su crítica. Que la crítica siga siendo así no más, y que los jóvenes críticos aspiren sin ruborizarse a parecerse a Souza cuando sean grandes, o repitan los aburridos clichés de otras críticas foráneas (con sus respectivas formas, temporalidades y contextos), es preocupante. Y quizás una muestra de que la crítica en Bolivia parece interesarse más por su capacidad de circular capital social, que por transformarse con sus objetos de reflexión.
La condición neurótica del cine boliviano, su fijación con ciertos modos de representación, su incapacidad de elaborar determinados traumas, su estancamiento en las mismas fantasías ideológicas – notoriamente la de la industrialización, nada más hay que ver la tardía y paticoja "recuperación" de esos cines que dan por llamar informales o marginales, la condición neurótica del cine boliviano, decía, hay que explicarla también recurriendo a la conversación que producen los que escriben sobre cine, es en su capacidad o incapacidad para llevar las obras más allá de sí mismas donde se juega mucha de nuestra educación sentimental.
Eso último no importaría tanto, al final de cuentas. El tema está en que, aquellos años de nuevos cines y cines posibles, con sus restricciones materiales (la fisicalidad del celuloide, para empezar) y del discurso (dictadura), entablaban una relación de (re)significación bidireccional con su crítica. Que la crítica siga siendo así no más, y que los jóvenes críticos aspiren sin ruborizarse a parecerse a Souza cuando sean grandes, o repitan los aburridos clichés de otras críticas foráneas (con sus respectivas formas, temporalidades y contextos), es preocupante. Y quizás una muestra de que la crítica en Bolivia parece interesarse más por su capacidad de circular capital social, que por transformarse con sus objetos de reflexión.
La condición neurótica del cine boliviano, su fijación con ciertos modos de representación, su incapacidad de elaborar determinados traumas, su estancamiento en las mismas fantasías ideológicas – notoriamente la de la industrialización, nada más hay que ver la tardía y paticoja "recuperación" de esos cines que dan por llamar informales o marginales, la condición neurótica del cine boliviano, decía, hay que explicarla también recurriendo a la conversación que producen los que escriben sobre cine, es en su capacidad o incapacidad para llevar las obras más allá de sí mismas donde se juega mucha de nuestra educación sentimental.