Como si no habría sido suficiente con Luces y sueños, los cineastas sucrenses
nos sorprenden con otro estreno de gala, invitados especiales, sentimentalismo, auspiciadores y sesiones de
fotos. Luz en la copa es el tercer
largometraje de Alejandro Pereyra. Viene después de Verse, una película valiosa y Mirar,
un ejercicio de estudiante de cine absolutamente prescindible. Alguien,
posiblemente el jefe de marketing de la película, ha inventado que Luz en la copa viene de una gira por
festivales europeos y latinoamericanos, pero esto es falso. Lo que sí sabemos es
lo que dice el director, quien siente la necesidad de instruir al público de
una manera esnob y paternalista, típica de intelectual de aldea, diciendo que
se trata de un largometraje deconstructivo - aunque no hace el esfuerzo de
aclarar un poco qué significa ‘deconstructivo’ aquí y por qué es necesario usar
ese adjetivo a más de tres décadas de El espejo, por mencionar una película entre las muchas que no siguen una narrativa lineal. Encima, en una maniobra no menos extraña, Pereyra
invita a dos productores de publicidad y videoclips que a veces hacen cine, a una modelo que alguna vez ha fungido de actriz y a un periodista cultural para que
legitimen la película con su presencia, figurando en los avisos publicitarios más que el reparto y el equipo. Parece que hay muchas ganas de notoriedad y de pertenecer a la Gran Familia (o Gran Mafia) del Cine Boliviano. El tráiler se ve muy mal y una reseña dice
que es una película horrenda, pero otra dice que es una película que vale
la pena ver. El periodista invitado se abstuvo de emitir su opinión, y en cambio transcribió textos que se habían publicado en otros medios. Tendremos que esperar.
Reseñas de Luz
en la copa:
S. Morales, “Lo radical en el cine nacional”
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