4 en 1 (20', HD), dirigida por Paolo Agazzi
4 en 1 es un ejemplo extremo de lo jodido que está la mayoría del cine boliviano de ficción. Es un cortometraje tan deficiente, torpe y reaccionario, que resulta pedagógico acerca de los problemas de una forma de pensar y hacer cine, cuyas limitaciones se pueden rastrear con claridad durante sus 20 minutos de duración.
4 en 1 es un cortometraje, como lo presenta
su director, ‘sobre distintos tipos de violencia de género’. El cortometraje
está compuesto por 4 planos fijos, de 5 minutos de duración, en los que aparece
invariablemente una mujer ocupada en una actividad cotidiana – la primera, por
ejemplo, plancha - , mientras que, en el plano sonoro, se escucha el sonido de
otra situación, que remite a la violencia que sufre la mujer que aparece en el
cuadro – el plano de la mujer que plancha está acompañado de las voces de
cuatro hombres emborrachándose, jugando al cacho, y haciendo comentarios
machistas.
4 en 1 es, desde el comienzo, un cortometraje
de estereotipos. La madre abnegada que plancha y trabaja en casa, mientras su
esposo se emborracha; la adolescente que va a la iglesia a
rezar, arrepentida, después de que su novio la ha violado; la mendiga que pide
dinero en la calle, mientras una mesera española lee el menú de un restaurante
carísimo; la bebé inocente que duerme mientras sus padres se insultan y se lastiman. Parece que Agazzi sabe o ha leído poco acerca de las mujeres y sus
luchas concretas en este país, y no encuentra otra forma de representarlas que
recurriendo al sentido común.
Por otra parte, la voluntad
de representación totalizante del cortometraje no ayuda a darle mayor profundidad.
El que aparezcan cuatro mujeres de distintas edades y clases sociales, no permitedetenerse en ninguna de ellas, y se termina reforzando la simplificación.
Si bien 4 en 1 es un cortometraje de
estereotipos, podríamos esperar que al representarlos Agazzi exhiba más destreza, y los construya con matices, claroscuros, ingenio. Pero la
representación – que viene sobredeterminada por el sonido extradiegético – es muy
tosca, inverosímil, casi ridícula: los hombres que juegan al cacho parecen
sacados de un show cómico, la mesera del bar tiene acento español (en un país
en el que todo lo que se imagina como europeo tiene un lugar preponderante), la
conversación mientras los amantes están supuestamente cogiendo es falsa y
grotesca. Y todo esto porque, ni intentando tratar un problema social real,
Agazzi puede salirse de la falta potencia que le da una puesta en escena férreamente
controlada, cuyos fundamentos son el guión rígido y la actuación.
Agazzi
ha dicho que se trata de un cortometraje experimental. (Esto dice de mucho de
cuánto cine ve, y de qué tipo de cine se trata.) Pero 4 en 1 es más bien una muestra de que la experimentación no tiene
tanto que ver con las convenciones banalizadas del llamado cine lento, como
con una práctica del cine que encuentra una forma necesaria. A pesar de sus
planos fijos, de su alejamiento de las acciones visuales, y de su sonido
dislocado, 4 en 1 no hace más que
reproducir la forma de realización decadente del cine de ficción boliviano y el sentido
común sobre la violencia de género.
(Aunque no vamos a negar que puede resultarle útil a algún ministerio o a alguna organización financiada por la cooperación internacional en sus nobles tareas de educación.)
(Aunque no vamos a negar que puede resultarle útil a algún ministerio o a alguna organización financiada por la cooperación internacional en sus nobles tareas de educación.)
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