CDR011 - J. Sánchez, "La melodía de la imagen" (La Razón, noviembre de 2015)
Se
sabe que, en los países postcoloniales, las instituciones surgidas en los
países del Atlántico Norte e imitadas por élites políticas e intelectuales,
acontecen como farsa o, al menos, de una manera extraña. El caso más notorio es
el de las instituciones más clásicamente estatales, como la policía o el poder
judicial, pero también podrían enlistarse las universidades, las bibliotecas, y,
aunque los intelectuales y artistas no se pasen el trabajo de pensar en eso, los
centros culturales y otras organizaciones que conforman el campo del arte.
Además
de ser el encargado del Museo de la Revolución Democrática y Cultural (que le
ha costado al Estado 47 millones de bolivianos), Joaquín
Sánchez se presenta a sí mismo como artista
curador. De un curador uno esperaría, entre otras cosas, que sea capaz de
ofrecer interpretaciones estimulantes de las obras que muestra, ofreciéndolas
en el marco de ideas de estética trabajadas, y que sea capaz de justificar sus decisiones.
Pero lo que Sánchez muestra, quincena a quincena, es que, o está muy ocupado
curando los más de 10 mil regalos que ha recibido el Presidente, o su potencial
como curador es inversamente proporcional al peso de sus redes sociales - y no
se eleva con la multiplicación innecesaria de palabras a la que suele apelar.
Como gran parte de las supuestas críticas, reseñas y el periodismo cultural que
se publican en los medios bolivianos, sus textos se aproximan más a la
publicidad y a las notas sociales más que a la curaduría. No conocemos la obra
de Mateo Caballero, pero podemos decir que el señor Sánchez no parece el más
capacitado para hablar de ella.
- “El problema de la fotografía es que se presta a muchos usos, todos ellos de los más variados; sin embargo, ha contribuido a configurar el arte de los últimos siglos”. ¿Muchos usos, todos ellos de los más variados? ¿Cuáles son estos usos? ¿Y cómo ha configurado la fotografía el arte de los últimos siglos? (Por cierto, si no estamos equivocadas, la fotografía tiene más o menos dos siglos de existencia, no habría ayudado decirlo?) Sánchez desperdicia el poco espacio que tiene en redundancias y generalidades, pero es incapaz de hacer precisiones que, éstas sí, mejorarían su texto.
- “El uso personalizado del blanco y negro dota a sus obras de una estética personal que acentúa el contraste de luces y sombras, logrando llegar a la esencia de cada una de sus imágenes.” De nuevo, ¿de qué manera es que el uso del blanco y negro dota a sus obras de una estética personal?, ¿en qué radica lo personalizado de este uso de blanco y negro? Es obvio que acentúa el contraste de luces y sombras, pero, ¿por qué esto llevaría a la esencia de cada una de las imágenes? ¿No habría ocurrido lo mismo en una fotografía a colores?
- “Caballero es músico, y un creador de gran personalidad. Su obra tiene el carácter que le imprime su mirada única, extraída de frondosos mundos sonoros. Sus obras no se parecen a las de nadie, ni se ve en él rastro de otros…” ¿No habría sido mejor, en lugar de deshacerse en elogios, decir de qué manera la formación de este artista está vinculada a su obra actual? Y luego, ¿no resulta sospechoso y desproporcionado hablar, a estas alturas y de esta manera, de una “mirada única” y de “obras [que] no se parecen a las de nadie”? ¿Habrá escuchado hablar Sánchez de la muerte del autor?
- Más de lo mismo en un artículo corto: “Un creador de gran personalidad.” “”Una honestidad y sinceridad profundas” “Una búsqueda constante de sentimientos únicos” “Caballero es, sin duda, un artista que ha buscado la perfección técnica para plasmar y expresar su personal e influyente visión.” Parece que Sánchez no conoce la regla básica de mostrar, no decir. Lo que habría tratado un curador es señalar cómo es que la fotografía de este artista es una de las más interesantes, dejándole, en todo caso, más libertad al lector para interpretar.
- La
dejadez, el desparpajo formal y la falta de cualquier mesura y rigor, llevan a
Sánchez a una visión que de tan banal ronda lo retrógrado: “¿Cuál es la fuerza
que une a la música, la moda y la fotografía? ¿Quizás sean los puntos blancos que
proyectan los sombreros de una mujer del campo cochabambino? ¿O las luces que
encandilan los rostros desde las profundidades de una mina?” Aquí, dos identidades sociales
subalternizadas aparecen dislocadas, despojadas de toda densidad y contexto
históricos, como un pretexto o lugar del goce estético del curador, que, como remate, las vincula al mundo de la alta
moda, un lujo de la clase alta.
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