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sábado, 15 de agosto de 2015

cine oenegero: xi festival de cine de los derechos humanos: reseña y una selección personal

Las dos versiones previas de este Festival que he seguido de cerca, la IX y la X, me han decepcionado. En los dos casos, se ha tratado de muestras poco significativas, en las que he tenido que tolerar demasiadas películas mediocres o de calidad mínima  antes de encontrar una interesante o valiosa  (y quisiera enfatizarlo: he debido perder el tiempo hasta con 25 o 30 películas para ver 3 o 4 buenas películas o películas atendibles).  

No sé si otra cosa podría esperarse de un festival de cine que necesita protegerse o legitimarse con el discurso de los derechos humanos en lugar de apostar por el cine, a secas. Desde su nombre y los eslóganes elegidos para cada muestra (‘Mujer, madre, naturaleza’, ‘El actor colectivo constructor de felicidad’), se anuncia que este festival subordina su selección / programación a los discursos oficiales de la cooperación internacional y el estado. Aquí, las películas no importan o no importan tanto como el que puedan encuadrarse dentro de la corrección política. La forma se subordina al fondo, por ponerlo de una manera tosca, y las películas en este festival, como puede verse en el catálogo, representan temas: género, migración, explotación laboral, cultura, etc. 


Pero incluso un programa oenegero y paraestatal podría resolverse con algún grado de solvencia: no es el caso del Festival de Sucre, el descuido con respecto al cine se nota por todas partes. Aquí algunos ejemplos:


Bajo la ambigua etiqueta de los derechos humanos, el festival amontona demasiadas películas sin ningún criterio curaturial elaborado y sin exigencia estética. En las dos versiones anteriores, en el festival podía verse, junto a las pocas películas que merecían agruparse bajo la categoría de cine, documentales por encargo,  documentales televisivos, reportajes, ejercicios de estudiantes de carreras de comunicación social, junto a películas industriales argentinas o mexicanas que imitaban el cine gringo del mainstream.

El catálogo de este año, como el de los dos años anteriores, es un desperdicio de dinero y de papel. Privilegia los discursos de políticos de toda laya, reúne lamidas de culo al festival, por parte de personalidades que no lo conocen y que no han padecido su programación, y agrupa textos muy disímiles entre sí, desde un ensayo hiperteórico que recurre a Deleuze para legitimar el festival, hasta un ensayo escolar de dos australianos, que se animan a dar recomendaciones sobre políticas de turismo al Gobierno Municipal de Sucre.  La sección dedicada a presentar las películas, que, uno imaginaría, es lo importante, es deficiente y poco útil: apenas señala los datos básicos de las películas a proyectarse (título, año de producción, países productores, director, duración), pero no dice nada de la trayectoria de las películas y de los directores (por qué festivales han pasado, por ejemplo), y las imágenes elegidas para dar una idea visual de las películas se imprimen con muy mala calidad.


Varias de las películas que el Festival ha premiado en versiones pasadas son aborrecibles, y tienen un valor cinematográfico muy difícilmente argumentable. Estoy pensando sobre todo en el premio a largometraje boliviano del año pasado, concedido a Radical Friends, de Chijiro Geuzebroek, un ejercicio de narcicismo y exotismo europeo que no habría servido ni como trabajo de titulación de un estudiante despistado. Tal vez puede atribuirse eso al hecho de que la mitad del jurado (como en la XI) estaba conformado por abogados, periodistas y burócratas, o al hecho de que el festival otorga demasiados premios (9 en total: largometraje, mediometraje y cortometraje para la sección boliviana, latinoamericana e internacional; a veces hay dos películas en competencia por un premio, incluso una sola), en todo caso, cualquier festival que se respete cuidaría un poco más la conformación de sus jurados y su palmarés.


Además, como en toda organización que se justifica a partir de una causa moral, hay una cara oscura de este festival. El centro Pukañawi, que organiza el festival, lejos de ser un centro cultural que trabaje con los realizadores locales,  es un feudo familiar de los organizadores. Pukañawi no apoya – ni siquiera nominalmente – a los proyectos cinematográficos locales, su biblioteca y su videoteca, compuesta de donaciones, son tratadas como un bien familiar, que no está disponible al público. Se sabe que Humberto Mancilla, el ‘dueño’ de Pukañawi, no ha dudado, cuando se le presentó la oportunidad, en plagiar el cortometraje de una de las alumnas del Taller de Cine documental, hacerlo participar de un concurso del que el mismo era jurado, usando a su yerno como prestanombre, premiarlo, y recibir el dinero (bueno, no sabemos si lo recibió íntegramente o se lo partió con su hija y su yerno) [*]. 


Pero bueno, a pesar de su baja calidad y de su director mafioso, como este es el único festival de Sucre, y junto a otros pocos espacios y muestras, como el Mayo de cine boliviano y el Cineclub del ICBA, son los únicos lugares donde pueden ver cine no comercial en la ciudad, vale la pena revisar su (horroroso) catálogo y hacerse espacio para ver algunas de las películas. Este año hay por lo menos una que es una apuesta segura The look of silence, de Joshua Oppenheimer.


Acá están mis apuestas / recomendaciones. Tal vez añada otras películas luego:

Tempestad en los andes (2014, 101'), de Mikael Wifström, lunes 17 de agosto, 19:00, Cine SAS.
Grafstract: El renacimiento del arte callejero en el Bronx (2014, 18'), de Dan Pérez, martes 18 de agosto, 10:30, Teatro 3 de febrero.
El señor de los andes (2014, 59'), de César Galindo, martes 18 de agosto, 19:00, Teatro 3 de febrero.
La mirada del silencio (2014, 103'), de J. Oppenheimer, Miércoles 19 de agosto, 16:00, MUSEF
Muestra: Siete X Guatemala (2015, 70'), de varios, Jueves 20 de agosto, 10:30, MUSEF - En especial, Contrafactum del Ocurso (8'), de Rodrigo Rey Rosa y Guillermo Escalón
Señores generales, señores coroneles (1976, 75'), de Alfonso Gumucio Dagron, jueves 20 de agosto, 16:00, Teatro 3 de febrero.
Muerte en Arizona (2014, 76'), de Tin Dirdamal, jueves 20 de agosto, 19:00,


* Warmipura, según consigna el Correo del Sur, fue proyectado por primera vez el 21 de agosto, y su directora, productora y fotógrafa es Melissa Sánchez Hincapié, de nacionalidad colombiana, alumna del Taller de Cine Documental de Pukañawi. Alejandro Flores , secretario de Pukañawi y yerno de Mansilla, presentó un mes después este cortometraje bajo su nombre, al concurso Azurduy de Padilla, sin una declaración de autoría firmada. Mansilla, como jurado del concurso, participó en las discusiones que resultaron en la premiación de Warmipura (15000 Bs.), aunque después se rehúso a firmar el acta del jurado. Finalmente, con un cinismo admirable, como Consejero Departamental de Culturas, entregó en persona el premio a su yerno. La directora no recibió nada de este dinero (tampoco podría haber participado del concurso, porque estaba dirigido a ciudadanos bolivianos). Los alumnos del Taller de cine, incluída la directora, supieron del plagio y de la irregularidad, pero eligieron no decir nada, por miedo a represalias.