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sábado, 24 de septiembre de 2016

La Última Navidad de Julius - Nuevas Pornos | Contribuciones

Reseña de La Última Navidad de Julius enviada por unx de lxs participantes de las nuevas pornos, nuestras queridas imitadoras. Por alguna razón, quizás no queriendo alterar el frágil equilibrio de egos y subterfugios que sostiene ese círculo, prefirió publicarla con nosotrxs y hacerlo de manera anónima. No en vano la película se programó en el Festival Radical (ahí la vimos varixs de nosotrxs), con Julio Barriga como invitado de la FIL paceña. Decir ciertas cosas en público quedaría feo, dadas las circunstancias.



From: xx yy@gmail.com

To: pequeniascarnivoras@hotmail.com

Subject: nuveas pornos julius radical

Date: Mon, 19 Sep 2016 20:01:34



La Última Navidad de Julius (Edmundo Bejarano, 2015), un mediometraje que retrata unos días en la vida del poeta Julio Barriga, es un documental amateur cuyo único mérito está en existir como objeto de afecto. Su valor cinematográfico es nulo y tampoco intenta abrirse a un público que no participe ya de la complicidad del fanatismo por Barriga. Esos rasgos lo convierten en un vídeo análogo al que registraría el parto o primera comunión de un niño. Es decir, un registro videográfico que tiene valor en tanto uno sea amigo o admirador del poeta chapaco. Esta distinción es clave y debe considerarse al momento de ver la obra. Hay que entender que la película es un regalo que le hacen Bejarano y Barrientos (editor de Barriga y asistente de dirección del documental) a un tipo que les cambió la vida. No pretenden descubrirlo al mundo ni mitificarlo; tan solo preservar la esencia indiscutiblemente poética de la vida de Julio Barriga con algo más de ambición que el vídeo que uno podría capturar con su celular en una de las interminables farras que le han valido al chapaco la fama de sempiterno transgresor. Eso tiene valor en la medida que consideremos la azarosa vida de Julio Barriga como una extensión de su obra poética; un existir efímero pero tal vez más rico que los desordenados y escasos versos que ha publicado el poeta.

El candor que motiva el proyecto es enternecedor hasta para los que no pertenecemos al círculo de iniciados -- ya por amistad con algún miembro del cenáculo barriguista o por haber leído la obra poética del chapaco -- y confrontamos el mediometraje sin prejuicios pero también en completa ignorancia de lo que hace destacable a Barriga como sujeto fílmico. El documental no esclarece ni justifica las razones para ese mérito, pero sí contagia por momentos la fascinación que se pinta en la cara de Barrientos cuando ve al poeta declamar. Compartiendo tragos y sustancias con su ídolo, el editor y virtual coprotagonista del filme refleja la intensidad de la adoración que Barriga siente por Amy Winehouse, en un juego especular que Bejarano desaprovecha o no es capaz de explorar. Barriga, en cambio, está al tanto y le encanta la atención. Su carisma es natural y registra bien en cámara, particularmente cuando el poeta está intoxicado (por su musa o algo más). Eso también lo sabe Barriga, que se ha cultivado como showman, ácido aforista con madera de cómico de stand up, y criatura espectacular incluso en desmedro del respeto de sus pares, que esperan cierto decoro parnasiano en sus colegas.

Cuando está sobrio o interactuando con otros, un Barriga demasiado consciente de la cámara no le hace ningún favor a su personaje, mostrándose más a menudo bajo el barniz del patetismo que del misterio o la tragedia. Una cosa es ser el maldito que no termina de morirse y otra el viejo que hace media docena de dominadas antes de salir en cámara para marcar músculo cuando se quite la camisa. Claro que tampoco podemos decir mucho más sobre la cotidianeidad de un Barriga que se afeita sin espejo ni espuma en el grifo comunal del conventillo donde vive y matea con mucho azúcar. Sospechamos que es un vecino bastante decente y por tanto hay poco que documentar allí. Bejarano intuye esto y hace bien en estructurar la obra en torno a tres poemas que recita Barriga directo a la cámara, sin artilugios. Una decisión coherente con las limitaciones técnicas del director, si bien corre el riesgo de convertir la película en tres fantásticos clips de youtube encapsulados en una obra sin entidad para sacarles todo el partido posible.

En lo estrictamente cinematográfico hay poco que rescatar aquí. El tono es decididamente amateur, con encuadres torpes y casi siempre librados al azar. El lenguaje visual se antoja tan precario que ni la luz se controla ni los colores están más balanceados de lo que ofrece el programa automático de una cámara digital de baja gama. El metraje está lleno de tiempos muertos, al punto que creemos que Bejarano desconoce la noción de elipsis -- vemos a Barriga recorrer el trayecto completo de su casa al cementerio. La falta de guión es tan sangrante que a pesar de ser muy breve, la película deriva a menudo en anécdotas sin mayor interés o relevancia para quien no viva en Tarija. Algún purista del documental podrá reclamar la evidente ficcionalización o manipulación de escenas, el epílogo es tan innecesario que se transparenta como una excusa para presumir amistad con Santiago Motorizado. En fin.

Hay pocas cosas más difíciles que hacer una película sobre un poeta, más si se trata también de un personaje descomunal. Bejarano no intenta que la forma de su película refleje la voz poética de Julio Barriga y se contenta con saber que el caos del filme será señal suficiente para que los fans del poeta lean en ese desarreglo un significante punk -- etiqueta que el propio Barriga de vez en cuando se adjudica. Si bien no consigue seducir a un espectador que no ha leído ni conoce al poeta, es un fracaso que no se puede imputar a una obra que en ningún momento se lo propone. Muy precaria incluso considerando esto, La última navidad de Julius sí consigue transmitir sensaciones parecidas a las que, presumimos, un lector encuentra en los versos del chapaco. Puntualmente, cuando un Barriga por fin liberado del incombustible personaje que todos le esperan recita en medio de una oscuridad apenas rota por el reflejo de un televisor; el poeta le canta a la muerte, mostrándose por primera vez frágil, mientras una orgía de gusanos titila en una desastrada pantalla. El resto es ruido.

*


Éste es blog no es un grupo cerrado más. Recibimos contribuciones, propuestas o cualquier otra cosa en pequeniascarnivoras@hotmail.com. 

sábado, 17 de septiembre de 2016

Los días más felices

El Radical ha comenzado,
es una gran semana para las adictas al cine,
60 películas programadas, 
13 estrenos locales,
(hay gente a la que eso le importa)
varios visitantes de otros lados, 
Perut y Osnovikoff entre ellxs,
conversatorios y talleres.
Ya ni siquiera los burócratas, los dinosaurios y los auteurs
– sí, saben a quiénes nos referimos -  
pueden pretender que no está ocurriendo.  
Hay que ir.

Desde aquí, una agradecimiento a quienes lo hacen posible. 


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miércoles, 14 de septiembre de 2016

Lo que la crítica dijo de Our Fight

Our Fight (2014)
Protagonistas: Elías Roca y Jennifer Salinas
Dirección y cámara: Sergio Bastani
Guión: Marco Sanztenea y Sergio Bastani
Producción: Marco Sanztenea 


En un artículo que habla demasiado e innecesariamente de las elecciones de vestimenta de la autora, la Chica Almodóvar (quien se define a sí misma como "un poco lista, un poquitín boba") hace el siguiente balance de la película: 
Aunque entiendo las razones por las que se quiso contar las dos historias (comenzando por una movida estratégica para la distribución y exhibición de la película), quizás hubiera sido más efectivo contar sólo la historia de la boxeadora en Estados Unidos. Y lo digo no por feminista (aunque ese lado mío, de tener uno, estaría súper satisfecho con ésta película, gracias), sino por cómo funciona la narración dentro del mismo filme. La historia de Jennifer se roba el protagonismo y el espectador puede llegar a sentir que la historia filmada en Bolivia es secundaria o que le obstaculiza a seguir la otra narración que de por sí va acaparando su atención. El cambio de giro en la historia de la boxeadora (una fractura) la pone en un lugar narrativo mucho más atractivo que finalmente desemboca en la lucha por el campeonato. No por nada, la película abre y cierra con una toma de ella. Para que las dos historias funcionaran bien dentro de la narrativa elegida, la historia del boxeador tarijeño necesitaba, a mi parecer, de alguito más. Y no hablo de romperle la costilla a Elías y hacer de él un espectáculo, sino de aumentar la tensión dramática con lo mucho o poco que se tenía para contar. Y eso es algo que, sabemos, Bastani sabe hacer bien... 
Marcelo Cordero, el distribuidor de la película, hace un esfuerzo por denostarla y elogiarla al mismo tiempo, y el resultado es curioso. Según Cordero, “una obra es lo que su autor se propone” y aunque Our Fight es ‘una película light”, “un docu-reality”, “funciona y es lo que importa”.
El filme fue acusado de varias cosas entre algunos colegas del medio cinematográfico que tuvieron la oportunidad de verlo. Una de esas acusaciones se refiere a que es un filme plano, que no asume riesgo alguno, que es condescendiente con sus protagonistas y con quien lo ve. Discrepo de estas apreciaciones, porque una obra es lo que su autor se propone. Lo que se buscó con Our Fight es lo que se consigue. No hay más pretensión de lo que vemos ahí, ni intenciones creativas ni de autor frustradas; en realidad, es una película redonda que logra construir y mostrar lo que quiere. En este sentido, pedir a una obra lo que no es carece de legitimidad intelectual. Ahora, lo que no se puede desconocer es que nos encontramos ante una película light, entendido esto como un filme más de fórmula que autoral, o para el caso, autoral pero siguiendo ciertas reglas de fórmula.
Se apuesta por la típica estrategia hollywoodense del american dream, que funciona muy bien con el público y que consiste en el clásico lucha y vencerás. Aquí yo también podría acusar al filme de plano y oportunista, pero Bastani da vuelta de tuerca y juega con los recursos para no caer en el panfleto moralista, logrando, aunque superficialmente, introducir en el filme lecturas socioculturales a partir del abordaje paralelo que hace de sus protagonistas. Quizá no es la mejor manera y la obra podría haber sido mucho más incisiva en este aspecto, pero funciona y es lo que importa. 
En un artículo más o menos parecido, Claudio Sánchez intentando elogiar a la película, escribe que en Our Fight ‘las búsquedas estéticas no tienen lugar’:
Our fight es el registro de un momento en la vida de los personajes, no hay moraleja, no hay intención de lucir cierta prepotencia técnica de hacer evidente o esconder la cámara, no por eso se parece a un reportaje. La película tiene la firma de un autor y ahí está el peso de Bastani, se reconoce en él y su obra esta parsimonia con el entorno, este equilibro con la naturaleza que se manifiesta como constante en sus propuestas.
Las búsquedas estéticas aquí no tienen lugar, su intención de renovación narrativa no tienen espacio, es más bien la formalidad en la estructura la que le da a Our fight la sobriedad necesaria para presentarse como uno de los documentales mejor hechos en los últimos años. Es en el montaje de la pelea final que se quiebra toda división posible y parece ser una misma persona el propio personaje, y ahí se descubre que la historia está por encima de los protagonistas. Esta es la historia de una gran victoria, también para el cine nacional.
Para terminar, cerramos con la sobriedad de Sebastián Morales, que ofrece la mejor crítica aunque, como siempre, hay que leerlo mordiéndose los dientes para no aburrirse antes de terminar cada párrafo:
Si bien Bastani hace el esfuerzo de entrar en la cotidianidad de los personajes, de dar una poética a las imágenes muy similar a sus trabajos de cortometraje, la elección de  una estructura binaria, de opuestos que en realidad no se complementan, de dicotomías termina jugando en contra del documental. No solamente porque el filme no explora sutilezas discursivas (lo que evidentemente contrasta con la cuidadísima fotografía) sino también porque los contrapesos no están bien medidos. El carácter tan mediático de Salinas hace que Rocha  termine apareciendo como un personaje bastante débil dentro de la narración. A su vez, por el intento de equilibrar este ejercicio de fuerzas entre los dos peleadores, Bastani necesariamente pierde en profundidad. El seguimiento a la cotidianidad de los personajes, a sus particularidades, al ser humano detrás del boxeador pierde importancia frente a la superficialidad del discurso. ¿Qué habría pasado si Bastani se hubiera decidido a seguir solamente a Salinas? ¿De tratar meramente de comprender a un personaje tan complejo, sin concesiones? Seguramente el filme hubiera ganado en profundidad.


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